El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos.
Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.
El Código de Derecho Canónico expresa que: “El sacramento de la confirmación, que imprime carácter y por el que los bautizados, avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia, los fortalece y obliga con mayor fuerza a que, de palabra y obra, sean testigos de Cristo y propaguen y defiendan la fe”.
Los que van a contraer matrimonio en la Iglesia Católica, incluso en el caso de que uno de los dos futuros esposos no esté bautizado o lo esté en otra confesión cristiana, han de recibir la adecuada preparación catequética que se prescribe en el Código de Derecho Canónico (Cánones 1063 y 1064).
Los cursillos se pueden recibir en cualquier parroquia acreditada por el Arzobispado para impartirlos, a través de su correspondiente Arciprestazgo. Mejor entre seis y dos meses antes de la boda.